CARTA ABIERTA A LAS N.U.
Distinguidos señores, sin falsa modestia les digo que les voy a dar algunas claves para ayudarles a tener éxito en conseguir el objetivo de su Plan Mundial para el decenio de Acción para la Seguridad Vial 2011-2020. Soy un técnico en prevención de riesgos de 75 años de edad (recuerden que más sabe el diablo por viejo que por diablo). Aparte de ser un estudioso de la seguridad vial, tuve la oportunidad, hace un tiempo, de recibir sus experiencias de boca de los propios conductores.
Lo
primero que hay que entender es que la accidentalidad en el tránsito,
siendo un mal, no es sino un síntoma de un mal mayor el que tiene otros síntomas como son la
accidentalidad laboral, la corrupción, la delincuencia, los daños a la
naturaleza y las guerras, en resumen todo aquello que cause daños a la
humanidad y consecuentemente pérdidas. El mal mayor al que me refiero y
que es el origen de todos, es simplemente la falta o falla en la aplicación de los controles adecuados de los riesgos por parte de la administración de los Estados y
los controles a los que me refiero corresponden ni más ni menos que a
la cuarta función administrativa después de la planificación, la
organización y la dirección ¡He ahí el quid de la cuestión!.
Sin
embargo, tal como la aspirina y la morfina alivian síntomas de
enfermedades humanas, también existen remedios para aliviar el síntoma
que es la accidentalidad en el tránsito. Lo que sin embargo dejo bien en
claro es que, como en el caso de enfermedades del cuerpo humano, para
curar el mal o enfermedad no basta con atacar los síntomas, es necesario
establecer y aplicar seriamente los controles para los diversos
riesgos, los que por supuesto deben estar bien identificados y eso,
reitero, es de responsabilidad del respectivo administrador: jefe de
estado, gerente o como se llame.
A
lo largo de años de estudio de la cuestión, desde mi posición de
técnico en prevención de riesgos, he llegado a la conclusión de que la
autoridad ha fallado, lamentable y lastimosamente, en una cuestión vital
para la seguridad vial como es la acreditación de los conductores,
principalmente en lo que respecta a los conocimientos necesarios para
garantizar que su desempeño en calles y carreteras va a ser el óptimo.
Esto de los conocimientos es vital, puesto que es en base a estos que
los conductores toman decisiones que en un instante dado pueden
significar la diferencia entre la vida y la muerte.
Sólo
para dar dos ejemplos de lo expresado en el párrafo anterior ¿Cómo es
posible que la mayoría de nuestros conductores no conozca la teoría del
frenaje? En el mundo ocurren muchos accidentes que se atribuyen
equivocadamente al “corte” de los frenos, cuando estos no se cortan y en
realidad lo que ocurre es que los conductores descienden las cuestas
aplicando indebidamente los frenos sobre las ruedas, recalentándolos y
llevándolos de esta manera a su desvanecimiento o pérdida de capacidad y
esto, creo, por el desconocimiento en cuestión. Por otra parte ¿Cómo es
posible que la autoridad no haya sido capaz (por lo menos en Chile,
pero de seguro que en muchos otros países) de advertir a los conductores
de que todo accidente sobreviene de una emergencia? Esto cuando las
probables emergencias son unas 10 por lo menos y considerando que
constituyen un problema que hay que resolver y aplicar la respuesta
adecuada y salvadora en cosa de un segundo.
Estoy
seguro que con sólo mejorar la capacitación de los conductores para que
adquieran los conocimientos necesarios para poder conducir con
seguridad se pueden lograr mejoramientos sustanciales en la seguridad
vial (posiblemente la disminución a la mitad de las muertes para el año
2020 y quizás antes) pero eso no significa que no haya que ocuparse al
mismo tiempo de otros factores de la seguridad vial, como son el
perfeccionamiento de los vehículos, la adecuada selección y
mantenimiento a lo largo de su vida útil de las capacidades
sicosensofísicas de los conductores, el mejoramiento y mantenimiento de
las vías de tránsito, la educación de los peatones y, como no, de la
congestión que crece día a día junto con el aumento del parque
automotriz.
Lo
que afirmo en el párrafo anterior, eso que pueda llegarse en forma más o
menos fácil una meta como de la disminución a la mitad de las muertes
por accidentes del tránsito responde a la verdad fundamental de la
administración de que es relativamente fácil ir de un mal registro (y el
actual lo es no cabe duda) a uno regular y de ahí en más será cada vez
más difícil ir superando registros, pero sin duda que podrá continuarse
por esa senda, siempre y cuando nuestros gobernantes-administradores de
nuestros recursos- tomen las medidas adecuadas, bien pensadas y
analizadas, sin limitarse a copiar las que en otras partes se han puesto
en práctica sin haberse dado el trabajo de verificar que van a ser
efectivas.
Señores,
veo difícil su misión y les deseo éxito, ojalá que consigan su
objetivo, por el bien de mis hijos y nietos y por los hijos y nietos de
todos. Hay que motivar y apoyar a los respectivos gobiernos para que
atinen a hacer bien las cosas, lo que de por si es difícil por varias
razones una de las cuales es su frecuente cambio y, como lo dije, la
falta de conocimientos de control de pérdidas de nuestros dirigentes y
esto porque el desconocimiento sobre materia tan importante como es la
prevención de riesgos es generalizado en mi país y de seguro que los
mismo ocurre en la mayoría de los países del mundo. Por lo anterior dejo
la idea de que recomienden a los gobiernos que incluyan tan importante
materia en todos los niveles de enseñanza y, por favor, que utilicen la
potente herramienta de comunicación que es la TV para poner al día a los
actuales conductores, los que andan por nuestros caminos sin conocer
cuestiones elementales, como las que mencioné.
Juan Martínez Leiva
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