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viernes, 29 de abril de 2016

Seguridad vial y las Naciones Unidas

CARTA ABIERTA A LAS N.U.

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Distinguidos señores, sin falsa modestia les digo que les voy a dar algunas claves para ayudarles a tener éxito en conseguir el objetivo de su Plan Mundial para el decenio de Acción para la Seguridad Vial 2011-2020. Soy un técnico en prevención de riesgos de 75 años de edad (recuerden que más sabe el diablo por viejo que por diablo). Aparte de ser un estudioso de la seguridad vial, tuve la oportunidad, hace un tiempo, de recibir sus experiencias de boca de los propios conductores.

Lo primero que hay que entender es que la accidentalidad en el tránsito, siendo un mal, no es sino un síntoma de un mal mayor el que tiene otros síntomas como son la accidentalidad laboral, la corrupción, la delincuencia, los daños a la naturaleza y las guerras, en resumen todo aquello que cause daños a la humanidad y consecuentemente pérdidas. El mal mayor al que me refiero y que es el origen de todos, es simplemente la falta o falla en la aplicación de los controles adecuados de los riesgos por parte de la administración de los Estados y los controles a los que me refiero corresponden ni más ni menos que a la cuarta función administrativa después de la planificación, la organización y la dirección ¡He ahí el quid de la cuestión!.

Sin embargo, tal como la aspirina y la morfina alivian síntomas de enfermedades humanas, también existen remedios para aliviar el síntoma que es la accidentalidad en el tránsito. Lo que sin embargo dejo bien en claro es que, como en el caso de enfermedades del cuerpo humano, para curar el mal o enfermedad no basta con atacar los síntomas, es necesario establecer y aplicar seriamente los controles para los diversos riesgos, los que por supuesto deben estar bien identificados y eso, reitero, es de responsabilidad del respectivo administrador: jefe de estado, gerente o como se llame.

A lo largo de años de estudio de la cuestión, desde mi posición de técnico en prevención de riesgos, he llegado a la conclusión de que la autoridad ha fallado, lamentable y lastimosamente, en una cuestión vital para la seguridad vial como es la acreditación de los conductores, principalmente en lo que respecta a los conocimientos necesarios para garantizar que su desempeño en calles y carreteras va a ser el óptimo. Esto de los conocimientos es vital, puesto que es en base a estos que los conductores toman decisiones que en un instante dado pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte.

Sólo para dar dos ejemplos de lo expresado en el párrafo anterior ¿Cómo es posible que la mayoría de nuestros conductores no conozca la teoría del frenaje? En el mundo ocurren muchos accidentes que se atribuyen equivocadamente al “corte” de los frenos, cuando estos no se cortan y en realidad lo que ocurre es que los conductores descienden las cuestas aplicando indebidamente los frenos sobre las ruedas, recalentándolos y llevándolos de esta manera a su desvanecimiento o pérdida de capacidad y esto, creo, por el desconocimiento en cuestión. Por otra parte ¿Cómo es posible que la autoridad no haya sido capaz (por lo menos en Chile, pero de seguro que en muchos otros países) de advertir a los conductores de que todo accidente sobreviene de una emergencia? Esto cuando las probables emergencias son unas 10 por lo menos y considerando que constituyen un problema que hay que resolver y aplicar la respuesta adecuada y salvadora en cosa de un segundo.

Estoy seguro que con sólo mejorar la capacitación de los conductores para que adquieran los conocimientos necesarios para poder conducir con seguridad se pueden lograr mejoramientos sustanciales en la seguridad vial (posiblemente la disminución a la mitad de las muertes para el año 2020 y quizás antes) pero eso no significa que no haya que ocuparse al mismo tiempo de otros factores de la seguridad vial, como son el perfeccionamiento de los vehículos, la adecuada selección y mantenimiento a lo largo de su vida útil de las capacidades sicosensofísicas de los conductores, el mejoramiento y mantenimiento de las vías de tránsito, la educación de los peatones y, como no, de la congestión que crece día a día junto con el aumento del parque automotriz.

Lo que afirmo en el párrafo anterior, eso que pueda llegarse en forma más o menos fácil una meta como de la disminución a la mitad de las muertes por accidentes del tránsito responde a la verdad fundamental de la administración de que es relativamente fácil ir de un mal registro (y el actual lo es no cabe duda) a uno regular y de ahí en más será cada vez más difícil ir superando registros, pero sin duda que podrá continuarse por esa senda, siempre y cuando nuestros gobernantes-administradores de nuestros recursos- tomen las medidas adecuadas, bien pensadas y analizadas, sin limitarse a copiar las que en otras partes se han puesto en práctica sin haberse dado el trabajo de verificar que van a ser efectivas.

Señores, veo difícil su misión y les deseo éxito, ojalá que consigan su objetivo, por el bien de mis hijos y nietos y por los hijos y nietos de todos. Hay que motivar y apoyar a los respectivos gobiernos para que atinen a hacer bien las cosas, lo que de por si es difícil por varias razones una de las cuales es su frecuente cambio y, como lo dije, la falta de conocimientos de control de pérdidas de nuestros dirigentes y esto porque el desconocimiento sobre materia tan importante como es la prevención de riesgos es generalizado en mi país y de seguro que los mismo ocurre en la mayoría de los países del mundo. Por lo anterior dejo la idea de que recomienden a los gobiernos que incluyan tan importante materia en todos los niveles de enseñanza y, por favor, que utilicen la potente herramienta de comunicación que es la TV para poner al día a los actuales conductores, los que andan por nuestros caminos sin conocer cuestiones elementales, como las que mencioné.
Juan Martínez Leiva

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